Una niña valiente, libros de Virginia Wolf y una manera de escapar.

Ya no diferencio cuando están discutiendo o cuando están haciendo cosas asquerosas de mayores, para mí es lo mismo, asqueroso, repugnante, aprendí a montar en bici para alejarme de esos ruidos, cojo la mochila y echo algo de la poca comida que me encuentro en la cocina, una muda, nunca se sabe cuánto estaré fuera, agua y un zumo y salgo corriendo a por la bici antes de que mis padres se den cuenta de que estoy aquí.

Para una niña de 13 años es peligroso andar por estas calles tan peligrosas, dos calles más arriba de la mía vive un pederasta, pero tuvo que anunciarse al llegar al barrio y recibió una paliza de los chicos del barrio, desde entonces no sale de casa, por lo que si no te acercas a su jardín no pasa nada, en la manzana de al lado hubo un tiroteo por un asunto de bandas y en la casa de la esquina se fabrica droga, aunque el otro día explotó el sótano, por lo que ahora mismo dentro del caos de este barrio una niña como yo puede ir sola con la bici a estas horas mientras ya casi anochece y no me da ningún miedo.

Cuando voy en la bici me siento liberada, el viento aleteando mi piel, libera el pelo de mi cara y noto la libertad que no tengo en casa bombeando mi corazón hacía mis piernas que van más rápido y más rápido, lejos de aquí, lejos de los gritos, de las humillaciones, de sus genitales por todos los muebles de la casa. El otro día quemaron mis libros en el contenedor del patio, me los había regalado mi profesora Elva, toda una colección de libros de Virginia Wolf que leía cuando terminaba los deberes estaban ardiendo para calentarles porque ese día no tenían para estar puestos o borrachos y notaban el frío que entra por los agujeros de la pared que ellos han provocado con sus peleas tirándose cosas. Me gustaba leer pero no sabía muy bien el que, en mi casa no había libros, y voy a un colegio que no tiene muchos recursos, pero la profe Elva vio algo en mí y empezamos a hablar un día que vine con la muñeca marcada por las manos de mi madre, ese día me pidió dinero para drogas y bebidas, no tenía y me agarró fuerte mientras me decía que era inservible y que dejara el colegio y buscara un trabajo, que ya era mayor para estar haciendo el tonto en el colegio, a la profe Elva no le di pena, simplemente me preguntó qué me gustaba hacer, le dije que cuando mis padres están colocados y borrachos suben la música y es el único momento en el que me siento cercana a ellos, saltamos en el sofá y bailamos por toda la casa haciendo el tonto, le dije que me gustaría leer pero que en casa casi ni me dejaban hacer los deberes, que me escapaba al parque donde los yonkis compraban su droga para hacer los deberes y que solía llevar un calcetín lleno de pilas para defenderme, se partió de risa y me dijo que al día siguiente me traería libros, y ahora no sé cómo decirle que mis padres estaban demasiado sobrios y que decidieron calentarse con el fuego y calor de sus libros, esperaba encontrar algo de libertad en esos libros, esperaba encontrar algún punto de partida en esos libros que me dieran una salida algún día de este infierno, una razón, que las letras me llevaran a otro lugar para algún día yo poder ir a muchos lugares y quizá escribir también y llevar a gente a otros lugares, y así dar las gracias a Elva… Pero nada...

Escucho sirenas de policía, en este barrio es normal, es triste como para que nadie quiera acercarse pero no tan peligroso como para que la policía se haga caca encima como hace en otros barrios más al sur, el camino es de tierra y veo luces acercarse en el horizonte, ¡Es una persecución! ¡Como mola! ¡Sólo las había visto por la tele! Están levantando mucho polvo y casi no se ven los coches pero veo las luces acercarse a mí, cada vez más cerca, estoy paralizada con los pies en el suelo y las manos en el manillar, pasan tan cerca de mí que el corazón se me acelera y se me acelera hasta casi salir por mí boca, pasan los dos coches tan cerca de mí que la oleada de polvo me escupe en la cara y me caigo hacía atrás con la bici encima, y tirada en el suelo veo como el coche que huye tira una bolsa a los arbustos, cuando me recupero del susto y sin sacudirme el polvo o ver si tengo alguna herida aunque las noto en mis piernas sobre todo, salgo corriendo hacía la bolsa, la curiosidad, la intriga me puede, me supera la adrenalina de ver qué historia hay detrás de todo esto que me acaba de pasar y quiero contarla y escribirla, ¡Y así poder vivirla cada vez que la cuente! 

Me acerco con sigilo aun así, con algo de miedo, las piernas me tiemblan ¡Qué emoción! Es una bolsa grande y negra con cremallera en medio, miro a todos lados, me aseguro de que no haya nadie alrededor, y abro la bolsa con cuidado, como si un monstruo gigante fuera a salir de ahí y comerme, jaja pero que digo, los monstruos no existen, o si, pero no están en bolsas, la abro y está llena de bolsas con polvo blanco, esto es una de esas cosas que mis padres se meten cuando están bien, le llaman de tantos nombres, coca, nieve, perico, me gusta perico, ¡hay bolsas y bolsas llenas de perico! Cierro la bolsa y voy hacía la bici y la echo en la cesta, no cabe pero la sujeto con una mano mientras pedaleo e intento mantener el equilibrio, intento ir por callejones para que nadie me vea con la bolsa, llegaré a casa con la bolsa y se la daré a mis padres, así no discutirán más, así no me agarraran más del brazo por un tiempo, así bailaran en el sofá conmigo, así no quemarán más mis libros, y guardaré un poco para venderla yo y así poder comprar de nuevo los libros de Wolf, leerlos y devolvérselos a la profe Elva, así podré ir mañana a clase, así podré empezar a salir de aquí, le diré que más libros puedo comprarme y algún día saldré de aquí y contaré historias, aunque puede que guarde también un poco para una bici nueva.

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