Estoy tan deprimido que pronto podré ser un cómico de verdad.




A veces me dejo crecer la barba más de lo que me parece cómodo para castigarme, para sentir el peso en mi cara, me molesta, me irrita, pero me la dejo porque me lo merezco, parece una tontería, y lo es.
Sigo en la cama, los días pasan, hay una tormenta en la playa, puedo olerla desde aquí, mi único objetivo en la vida es poder dormir con la mente en paz, ya no pido más, pero las bombas de Hiroshima retumban en mi cabeza, lo peor de estar triste es estarlo por algo que he hecho yo, no me perdono fácil, y ahora que he estado en los dos lados declaro que prefiero que me hagan daño a hacerlo yo, a la otra persona la puedes llegar a perdonar, a ti mismo es más díficil.
Nunca fui el mejor novio, ni el mejor amigo, ni el más listo, ni el más gracioso, ni la mejor persona, ni el mejor escritor, y bueno, me podéis parar ya…
Dicen que escribir es una moda, yo no puedo hablar por los demás, empecé a escribir con trece años porque mis compañeros de clase me humillaban, por los abusos de los que les gustaba restregarse de más, eso desarrolló en mi persona una inseguridad crónica, una desconfianza que roza la estupidez, la escritura fue mi religión entonces, las palabras mi Dios, las letras se iban formando y yo procesaba a través de historias que inventaba todo el dolor que en un cuerpo de un niño de trece años podía caber y más.
Escribir me sale de la necesidad de superar cosas, aprender de ellas, reírme de todo, reírme de mí, de sentirme útil, de ser mi mejor versión, pero ahora estoy bloqueado y sólo me salen garabatos que manchan el blanco, os juro que yo antes molaba, si queréis os lo miro, pero para mí que molaba, sí, yo sólo sé mostrarme como soy escribiendo, todo lo demás es pose, o viceversa, o yo que sé, que te follen, joder, estoy tan deprimido que pronto podré ser un cómico de verdad.


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