De hielo y hiel.

Parte 1: Noches de hielo.

— ¿Qué te pongo de beber Elisa?

— ¿Que qué me pones de beber? Pues mira a ver si tienes una bebida que pegue con esta sensación de ahogo permanente, que aleje por un momento a todas las personas del planeta tierra y haga de mi vida un desierto emocional y de contacto humano, o que me pegue tal patada en el culo que salga disparada de este taburete, de este bar hacía la galaxia más lejana, hacía el horizonte más profundo y alejado de la tierra, donde ningún otro ser vivo pueda sobrevivir por el ambiente hostil que lo rodea, sólo yo y la bebida que me pongas, una bebida que haga que el dolor rompa su contrato vitalicio con la espina dorsal de mi ser, que haga que todas las dudas, todas las idas y venidas de mi carácter torpe, despistado y aleatorio deje de entrometerse en la vida de los demás para hacerles daño, dame algo que no esté inventado, algo que restaure el camino que he elegido, o el que me ha elegido a mí, por ser algo indulgente conmigo, porque la he jodido tanto que los nudos no se pueden deshacer ya, y me están impidiendo andar, hablar, respirar, disfrutar de las pequeñas cosas, no hay bocado de helado que derrita mi angustia, ni momento de relax con mi serie favorita o libro favorito que haga callar las voces, son como chinchetas en mis calcetines, en mis nalgas, me hacen estar incomoda en todos lados y estoy harta, harta de sentirme culpable, de no poder saborear los pocos días que nos dejan estar en esta vida, de vivir con la nuca apuntando al suelo, estoy harta y necesito que me ahogues con el mejor líquido que tengas, y ponle hielo, ahógame en hielo, en frío, hasta no sentir nada… ¿Tienes algo de eso?

— Eh… No sé… Tengo chivas, absenta, vino de mi pueblo que pega hostias.

— Vale.

Parte 2: Mañanas de hiel.

Lo peor de haberme levantado esta mañana con esta resaca horrible no es que aún es temprano y al abrir los ojos notar como ardían ante la luz del sol que traspasa la ventana que claramente olvidé cerrar, ni la pelea de borrachos que tengo en mi cabeza, ni el haber pisado descalza todo el vómito que me esperaba a los pies de mi cama, ni la sequedad en mi garganta ni mi estómago, al revés, lo más jodido de haberme levantado después de haberme bebido todas las botellas que las estanterías de aquel bar exponían, es que ahora tengo que enfrentarme sin ninguna fuerza a la realidad, mi pareja, por llamarle ahora de alguna manera, viene hacía casa, eso pone en los trescientos cincuenta y tres mensajes que me ha enviado y que al parecer había dejado en visto, aumentado su ira y desconcierto, llevo días sin querer verle ni contestarle, haciéndole el vacío pensando que así las cosas se calmarían solas, una tregua, a veces simplemente necesitamos una tregua para volver a nuestro sitio, pero si lo dices en voz alta saltan todas las alarmas “Oh ¿Es que ya no me quieres?”, “dime que puedo hacer para cambiar”, “por favor no me dejes”, “zorra”, cosas así, o una actuación mala de fingimiento de indiferencia, como si le diera igual, patético joder, por eso a veces simplemente me callo y me aguanto no vaya a ser que su delicada coraza de orgullo machito se sienta lastimada, y así hemos llegado a esta situación, yo escondida de todo lo que nos representa, y él, confuso y apartado.
Había un tiempo en el que me importaba la imagen que tenía delante del espejo cuando venía a visitarme, incluso aunque el pijama o el chándal fueran mis prendas predilectas, ahora me da igual, no recorre mis venas esa ilusión de “Oh, viene a verme”, pero es mejor así, que me vea con los pelos por la cara y oliendo a decadencia, porque lo que le voy a decir es lo más duro que le van a decir en la vida, y es mejor tener un aspecto acorde a las palabras que van a salir por mi boca.
— Vaya Elisa, veo que anoche lo pasaste bien, ¿eh? Yo no pude dormir, pero me alegro por ti.

— Empezamos bien…

— Si quieres te doy la enhorabuena por tenerme preocupado toda la noche.

— Tampoco eso, pero bueno, que un buenos días con gofres o algo no le hacen daño a nadie.

— Tú y tus manías.

— No es una manía, los gofres me quitan la resaca.

— Bueno, me alegro de que por fin hayas respondido a mis mensajes.

— Ya bueno, he estado unos días algo liosos… Y tengo que contarte algo y no sabía como…

— Me lo podía imaginar… Si es que te conozco tan bien…

— Ya bueno… Quizá no tan bien.. Porque, ¿qué es conocer a alguien? A veces las personas son presas de las circunstancias y te sorprenden sacando cosas de ti que no sabías que existían o que lo intuías pero las guardabas ahí dentro, o bueno, a veces las personas simplemente cambian, porque somos entes en continua evolución, a veces involución, eso ya depende de cada uno o de como le miren, pero vamos que me he enamorado de tu hermana, desde la primera vez que la vi, me pareció el ser más precioso que había hecho reflejo en mis ojos, y luego empezamos a hablar cuando me la presentaste y conectábamos en todo, y tiene la piel tan suave, y unos labios tan dulces, y una risa, tiene una risa que desmiembra mis inseguridades, y es inteligente, quiero lamer su cerebro y metérmelo entre las piernas y ver todo lo que hay dentro, y llevamos meses viéndonos, aunque ahora me ha dejado porque se siente culpable y probablemente me mate por contártelo sin su consentimiento, pero así quizá volvamos a hablar, y sé que esto probablemente te destroce pero ha sido inevitable, ha sido un tsunami arrasando todas las civilizaciones que llevamos dentro y nos ha dejado solas y nos hemos cogido la mano y hemos sobrevivido juntas y el sol nunca ha brillado más, ni los gofres han estado tan buenos, ni dormir ha sido tan placentero, ni estar despierto ha dolido menos, pero entonces llegó el momento de decidir que hacer y pensamos en ti antes que en nosotras, o más bien ella, no me quiero poner muchas flores, y ahora estamos todos jodidos, pero joder, yo quiero estar con ella…

Y entonces toda la bilis se acelera y se abre paso por mi garganta hasta vomitar por todo el suelo y los zapatos de mi aún no sé si seguir llamando pareja.

— ¿Estas bien Elisa? Joder… que cojones… me cago en… joder… anda, voy a por esos gofres, túmbate, ahora vuelvo.

Puto cabronazo, no podía haber sido un borde y haberme escupido en la cara y que todo acabara ya, no, va a por gofres, que difícil lo pone todo, bueno, al menos tendré mis gofres.

Comentarios