El casi escritor que soy vs el escritor que quiero ser.

A mi influencer:

Cuando termino un libro que me apasiona tanto que las letras me cogen la cabeza y el pecho y las piernas y lo zarandea todo y bailo al ritmo de la narrativa, con los pies y con el latido del pecho y con las imágenes que danzan en las paredes de mi cráneo, entonces me siento y escribo.
Yo sé que hay gente que piensa que escribir es fácil, porque se sientan, cagan, se limpian y se van, y veis las redes sociales llenas de letras pop para pegar en carpetas o escribir en notitas a alguien, pero no, no es tan fácil como las editoriales pop del presente representan, esa no puede ser la voz que guíe a otras generaciones.
También hay gente que piensa que es difícil, y que escribir es algo digno de unos elegidos tocados por una varita mágica que hacen fácil lo imposible, gente con un aura misteriosa y con rasgos de divinidad en su forma de ver el mundo a través de esos ojos intensos que te miran, pero tampoco, escribir es un acto natural para el que escribe, como comer si tienes hambre, beber si tienes sed o patalear si te están asfixiando, es supervivencia, sobrevivir como sea, lo que duele quizá¡ es el antes o el después, pero escribir para quien escribe es simple, si te pegan, golpeas, si te tumban, te levantas y peleas por tu vida, como sea. Pura naturaleza.
Y yo me he sentado a escribir pero no me salen las palabras que quiero, busco excusas para justificarme, tengo hambre, debería comer, pero el hambre está¡ en la mente, yo soy capaz de controlar mi hambre, soy capaz de aguantar treinta minutos sin pensar en comida. Los vecinos también me molestan, a pesar de tener los cascos con música ideal para escribir los escucho, mi barrio está¡ lleno de “hippies” con tarjeta de crédito que cantan en las calles y dejan a sus perros sueltos para que ladren por la ventana con el perro que vive en mi casa, antes yo era el que la liaba en los pisos, ahora soy el cascarrabias que les regaña, y sé que estoy amargado cuando las manifestaciones de alegría ajenas me cabrean, ¿Y por qué lo estoy? ¡Porque no me dejan escribir lo que quiero escribir! O esas excusas me pongo.
Hay una frase que se repite en mi cabeza Últimamente:
Si lo intento, la cago.
Si no haga nada, todo bien.
Mi vida es una contradicción.
Hace un par de noches se me ocurrieron esas palabras y salté de la cama a apuntarlas en mi libreta, así­ debe ser escribir, escupir la sangre antes que el diente.
Y es que tengo una facilidad para joderla fuera de lo normal, soy increíble, soy capaz de cagarla con un comentario totalmente inofensivo, la gente cree que como soy guapo tengo que ser gilipollas, pero se equivocan, no soy tan guapo, soy demasiado graciosete como para ser guapo, y eso me quita grados de gilipollas, mis intenciones no son nunca hacer daño, eso no quita que lo haga sin querer, pero al menos sé que no soy un gilipollas, dentro de lo que cabe soy un buen chico, que se equivoca, pero que aprende, y eso es mucho decir hoy en día, o al menos eso me digo a mí­ mismo cuando me digo:
Voy a cerrar los ojos y dejar de luchar, a ver si así­ gano de una vez.
Pero alguien que escribe nunca se rinde, si tiene que perder mil veces lo hace, alguien que escribe no busca gloria, ni modas, ni ganar un concurso de belleza a la frase que levante más ooooh empalagosos entre el público o los lectores, enseñan mucho brillo y poco barro, alguien que escribe, se limita a ver, oír, sentir y escribir, a mí­ me divierte escribir, me parece un proceso tan surrealista que me río sea cual sea la naturaleza del texto, hago que rían las palabras que salen llorando de mí­, no hay más, y cuando leo algo que alguien ha escrito, ya sea en un libro o en alguien que se atreve a leerme algo suyo­, recuerdo el escritor que quiero ser, porque me veo en esas palabras, en esa persona, en su devoción y veo todo lo bueno que tiene querer o más bien, no tener más remedio, que dar tu vida por las palabras.
Y sonrío.
Porque lo he vuelto a hacer.
Gracias.

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