El olor nunca miente

Las notas no mienten, el piano fornica a la música mientras el violín lo masturba y todos los instrumentos de viento y percusión terminan de componer el orgasmo perfecto.
No soy un buen compositor, mis melodías siempre están inconexas, no entiendo de tempos, no entiendo de disciplina, no consigo encontrar el sonido que envuelva el aire de mi habitación de colores salpicados, no consigo hacer que las tripas bailen, que los ojos tiemblen, que las manos choquen con efusividad mientras ondean una grata sonrisa.
No, yo soy más de chirriar en las partituras, de arrastrar las uñas y provocar un sonido exasperante, de equivocarme en el momento más importante de la canción, de fastidiarlo todo cuando la orquesta mejor suena, yo soy una nota desafinada en una canción que podía haber sido perfecta.

Y aquí, mientras escucho notas que no mienten e intento componer las mías, me viene tu olor, el olor nunca miente, el olor es sincero siempre, te muestra lo que sientes al evocar los recuerdos que te trae, como la música, inhalo el recuerdo de tu aroma y comienzo a escribir sinfonías, imperfectas, nada está donde debería estar, es sensual, cariñoso, inmoral, necesario, irremediable, destructivo, esperanzador, y suena como tu olor y el mío sonaban entre las sabanas, es risas, es miradas perdidas, es conexión, es un poco de odio, es mucho respeto, es desafiante, es comodidad en tus brazos.
Hay olores que vienen para quedarse, para quedarse cuando alguien no esté, para estar cuando si tienes suerte vuelves a abrazarle, mientras, seré el arquitecto de esta obra, y mantendré su olor sonando por todas las canciones que ahora sí, me dejan formar parte de su armonía, faltaba su olor, solo ella y yo la escucharemos, porque esto es algo que otros oídos no pueden entender ni aguantar, sobrepasa cualquier nota de la que están acostumbrados a escuchar,
es algo entre ella y yo,
es nuestra canción.
La que se nos mete dentro, como aquel olor que un día ella y yo compartimos y nos unió.

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