El roto para el descosido

Ninguno de los dos protagonistas de esta historia lo sabían, pero efectivamente siempre hay un roto para un descosido, o lo que es lo mismo, siempre puedes encontrar por raros que sean alguien con tus peculiaridades, eso les pasó a Oliver y Olivia, y para que esta historia tuviera lugar, también tuvo que involucrarse la casualidad, el choque de partículas que provoca que el caos organice tu vida. Oliver era un lector empedernido, su nariz podía oler a libro de las horas que se pasaba con ella metida dentro de lo que llamaba “su forma de evadirse” veía series y leía, ese era su día a día, él soñaba con ser un gran escritor, pero no se le daba muy bien, soñaba con vivir en California o Nueva York y escribir libros y series, vivir de estar sentado en un portátil contándole al mundo lo que ama, lo que le da miedo, lo que le divierte, lo que le excita, lo que le pone triste, y que la gente lo entendiera, pero no, no tenía el don ni el encanto, no vivía en lujosos apartamentos ni se codeaba con los talentos del siglo XXI, no bebía bebidas caras ni vestía elegantemente, tenía un portátil y muchas ganas de comerse el mundo, pero eso era todo, algo le atascaba, algo fallaba en él, algo roto le impedía ser quien quería ser, quien era, un día salió con sus amigos y se cruzó con una chica que conocía de vista, ella le saludó y le invitó a una copa, se pasaron los números y siguieron hablando, ella era muy bella, era como si tuviera un aura blanco, muy alegre, pero de verdad, no del que se finge, lo veía todo con una positividad enfermiza, a él casi le irritaba, por mucho que buscaba en ella, no encontraba en ella algo que le hiciera real, todo era demasiado perfecto, él sabía que nadie podía ser así, pero ella aparentaba esa perfección que él tanto detestaba, no había ningún hilo colgando de su alma, un día, él le invitó a ir un recital de poesía donde varios poetas se suben a leer, él va varias veces a ver, solo a ver, le encantaría subirse, pero no tiene el talento ni la gracia, ya lo hemos dicho, ella va a llegar tarde porque ha quedado con amigas y él va primero porque no se quiere perder a nadie, se sienta a esperarla, la lleva porque quiere ver si aflora algo de ella en una de las personas rotas que se suben a leer lo que escriben, porque vamos, ningún escritor esta de una pieza, pasaban los minutos, la hora, y ella no aparecía, en el escenario se subían de uno en uno vomitando sus sentimientos, sus emociones, se desnudaban para la gente, para que sintiéramos, pero hubo una que metió el hilo por la aguja imperceptible de aquel chico solitario en aquel local, podía ver su hilo tan largo colgado de aquella melena morena, de esos ojos verdosos mezclados con tonos marrones, de esa sonrisa que producía el efecto del sol con la luna con él, si ella sonreía él sonreía de inmediato, casi sentía que le decía todo lo que leía, cuando se apoyó en la barra al terminar, él le miraba para ver cómo se pronunciaban sus gestos ante las demás poesías que faltaban por recitar, quería escudriñarla como a un libro, quería meter también la nariz tanto en ella que al respirar oliera a ella, al terminar todo el local se vacía con rapidez, quedan pocos, y ellos dos son de esas personas que se quedan, él se arma de valor y se siente como si estuviera en uno de esos libros que tanto le gusta, ¿qué harías si estuvieras en un libro? Fue a hablar con ella, dos personas rotas y descosidas hablando en aquella barra de bar, desde entonces no pararon de hablar, todo por aquel plantón que le dieron, todo porque a veces las partículas chocan para que se produzca el caos que hace que tu vida baile de una vez, y Oliver, desde que está metido en esa conversación interminable con Olivia, es quien quiere ser, es quien es, y es que siempre hay un roto para un descosido, y siempre hay una historia que contar para quien se decide a vivir.

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