El violinista del Titanic

David incendia su vida, es un pirómano sentimental, pero no es solo el fuego lo que le excita ver, también le gusta ver lo que le dejan las cenizas.
Habita en todas esas fiestas y copas en las que nunca está realmente, las organiza para festejar sus fracasos, es un lugar donde festejar los fracasos, es un lugar donde la gente huele como si se hubiera duchado con whiskey y donde el amor solo habita en los ojos y nunca en los corazones.
David observa de forma impúdica a las hermosas mujeres que le devuelven la mirada, buscan algo de él que es incapaz de dar, porque es incapaz de quererse a sí mismo.
El pesimismo ha devorado su eterna sonrisa, y se ha convertido en una caricatura de lo que realmente es, un payaso triste que ya no hace gracia a nadie, y no logra sentir nada, ni cuando una preciosa mujer le envuelve la polla con sus labios, el desparrama sus fluidos y sabe cuál va a ser su futuro con ella mucho antes de correrse, después solo quiere que le dejen de tocar.
David no vive, él tienta a la suerte, y es un escupitajo revuelto de corazón, pelotas y arrogancia.
Es de personalidad ambivalente, y es capaz de convertir las limonadas en limones, de hecho, no hace otra cosa.
Él solo abre otra botella y se la acerca a su morro, esperando a que suceda algo inesperado, una parte de él no quiere que le salven, porque es incapaz de soportar el amor, porque la felicidad siempre esta hambrienta y quiere más y más, y él es incapaz de dar tanto, porque siente que no merece recibir tanto.
Y allí esta, con la moral quebrada, sentado al final de las escaleras, haciendo lo que le gusta, observar, observar mientras menea la copa, el sonido de los hielos chocando le relaja, es música para sus oídos, observa como todos beben de sus copas y se aman unos a otros de forma efímera y mentirosa, observa mientras su vida se vuelve a incendiar y los cimientos empiezan a tambalearse, observa mientras ve como el fuego arrasa con todo y espera a ver que le dejan las cenizas, luego empezará de nuevo…
El siempre estará allí, tú ni te darás cuenta, pero él siempre estará allí, bailando en medio de todas esas llamas, brindando en copas llenas de ausencia, atisbando debajo de las faldas de las invitadas, riendo como si no pasara nada él siempre estará allí, bailando y tocando como el violinista en el Titanic mientras todo se hunde,  y transformando en majaderías líricas los litros de caos que su alma destila, mientras espera a que la invitada de honor llegue bailando con sus converse…

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