Falda demasiado corta.

Escucho el vocerío fuera y yo me cago toda, oigo las gargantas rotas en alcohol pedir que empiece ya el derramamiento de sangre, la orgía de golpes, el sudor empapando la lona, es mi primer combate de boxeo, por fin mi sueño se fusiona con la realidad, tanto tiempo luchando para llegar a este preciso momento en el que me veo, escucho también la voz de mi padre, animándome desde allí desde donde esté, su muerte prematura fue lo que propulsó el salto hacía cumplir este deseo que él sabía que tenía desde niña, y entrenaba conmigo, y salía a correr conmigo, y hacíamos pesas juntos y me dejaba ganarle en las peleas que organizábamos en el salón con la alfombra haciendo de ring, hasta que dejó de dejarse ganar y le empecé a ganar yo, pero con el tiempo como casi todos los matrimonios, ese también se fue a la mierda, y a mí no me importaba que mis padres dejaran de quererse, no me críe en una casa donde el amor se manifestara con alegría, supongo que era lo mejor para los dos, mi padre podría ser él mismo, y mi madre podría quizá relajarse y dejar de ser la mamá de todos, en mi casa eran casi todo varones, mi padre y cuatro hermanos, y luego estábamos mi madre y yo, mi madre era una mamá oso, nos sobreprotegía y estaba tan atenta a que no faltara nada a ninguno de sus críos y crías, que creo que la vida le consumió y eso le afectó al carácter. Mis padres se separaron, y fue lo mejor, o eso pensaba, porque a pesar de que yo quería irme con mi padre yo era menor de edad y la custodia de los menores fue a parar a mi madre, y yo quise pensar que mi madre estaría más libre de responsabilidades, pero no, centró todo su esfuerzo en mi hermano pequeño Tony y en mí, los dos únicos que quedábamos, mis otros dos hermanos ya eran mayores y decidieron irse a vivir con sus amigos, eso sí, pasando a hacer la colada y viniendo a por los tuppers una vez por semana. Ya no veía tanto a mi padre, los fines de semana y un jueves cada dos semanas, ese era el acuerdo, y mis ganas de entrenar se fueron desvaneciendo con su ausencia, mi madre tampoco ayudaba, era la única chica de la familia, por lo que mi madre se empeñó en que fuera la chica según los patrones de conducta de la sociedad, cruzar las piernas, vestir como una chica, y si acaso que no se me viera mucho hablar con muchos hombres, en cuanto mi padre no estuvo mi madre se lanzó sobre mí y me intento convertir en una chica bien, y aunque al principio me resistí, yo tenía quince años y dependía de mi madre, por lo que empecé e vestirme con faldas, mis piernas eran musculosas y me daban vergüenza pero eso a mi madre le daba igual, me puso una dieta para adelgazar, me enseñaba modales, pero claro, era una niña de quince años pasando por el divorcio de sus padres, era mi oportunidad para desviarme, y entonces la frase más famosa de mi madre se convirtió en: “Llevas la falda demasiado corta”. Y así iba, ¿No quería falda? Yo le di falda, mis piernas musculosas en todo su máximo esplendor, andando por la calle donde todos mis vecinos me miraban, mi madre hervía mientras me miraba con desaprobación a través de la ventana, y así estuve hasta los diecisiete, contoneándome por las aceras y bares del barrio y escuchando a mi madre decir cada día: “Llevas la falda demasiado corta, un día te va a pasar una tontería” ¡JA! No se me ha olvidado lo que es golpear a un hombre hasta hacerle caer al suelo, le decía yo. Hasta que un día al llegar a casa encontré a mi madre llorando, recuerdo que me dijo: “Tu padre ha muerto y tú con esa falda tan corta restregándote con otros hombres, ¿No te da vergüenza?” El shock fue tan fuerte que hasta horas después no me di cuenta de la gilipollez de frase que había dicho mi madre, como si el hecho de yo llevar la falda corta y verme con varios hombres tuviera que ver con el fallecimiento de mi padre, pero ella solo quería focalizar su dolor sobre alguien, mi padre había muerto en un accidente de coche, ya no estaban juntos, pero era el padre de sus hijos, la única persona a la que había amado, el único que la había amado a ella, durante días se sentaba a los pies de mi cama y me contaba historias de cuando se conocieron, de sus años adolescentes, de sus primeros felices años, y yo sólo pensaba en golpear algo, lo que fuera, pasarme horas golpeando algo hasta que se me cayeran los brazos y las lágrimas se extinguieran y mi garganta se quedara muda de tanto grito, y un día reuní el valor para salir de la cama y empecé a correr, y me metí en un gimnasio y me puse a golpear el saco con tanta rabia que notaba como las miradas se tornaban hacía mí, mis jadeos y gritos salían despavoridos de mí, y yo no podía parar de golpear aquel saco, enrabietada, cabreada con mi padre por haber muerto, por haberme abandonado en esta vida, no era su culpa lo sabía, pero yo también necesitaba focalizar mi dolor, eso hacemos los humanos constantemente, buscar una razón para el dolor que sangra dentro, y normalmente le echamos la culpa a alguien aunque no la tenga, y mis puños golpeaban sin guantes aquel saco porque quería sentir la herida en mis nudillos, hasta que alguien sujetó el saco y me pidió que parara, que me pusiera los guantes, cuando pude parar y mis ojos se volvieron a entonar, vi la cara de Bernad, trabajaba en aquel gimnasio, me miró y me tranquilicé, me lío los nudillos y me puso los guantes, sujeto el saco de boxeo y me dijo: “Golpea, ahora sí, es tu turno, golpea con todo lo que tengas dentro” y así lo hice, y lo hice ese día, y lo hice al siguiente, y a la semana siguiente, y al mes siguiente, y al año siguiente, y en eso se convirtió mi vida, en un combate de boxeo, o en prepararme para el combate. Con los años Bernad y yo nos enamoramos, tanto entrenamiento junto, tantas charlas hasta el amanecer, las cervezas para curar las heridas, Bernad era un buen chico, también quiso ser boxeador pero nunca se esforzó lo suficiente, él pensaba de sí mismo que no era tan bueno, o no tuvo a nadie que le dijera que valía, yo le conocí ya hundido, y aun así él me levantó a mí. Tenía muchos traumas de la infancia, había tenido una vida llena de abandonos, sus padres, todas las personas que había amado tarde o temprano le habían dejado en aquel barrio, y él se había quedado estancado sosteniendo sacos de boxeo en vez de golpearlos, y creo que eso había agriado su carácter, con todo el mundo menos conmigo, claro, conmigo era dulce y atento, se preocupaba de todos los detalles, le gustaba que le necesitara, pero yo me iba haciendo más fuerte con el tiempo, mi sueño empezaba a vislumbrar en el horizonte, mi primer combate profesional, mi salto a otra vida, a otras perspectivas, entonces fue cuando nuestra relación empezó a quebrarse y ya no le hacía tanta gracia que volviera a llevar la falda tan corta, antes de eso todo era comprensión y empatía, pero en cuanto empecé a no necesitarle para andar, cuando ya no me apoyaba en él para levantarme, entonces si llevaba la falda demasiado corta. Hay gente a la que le asusta que seas feliz porque eso puede significar que seas más independiente y entonces no le necesites, y así no es como me educó mi padre, mi padre me enseñó  a ser independiente, a golpear primero a la vida, a estar preparada si la vida me devolvía el golpe, pero siempre estando sobre mis pies.
Le dejé, y hoy no está en este día tan importante, y aquí me ves, esperando para salir, en el momento más importante de mi carrera, debería estar ilusionada, eufórica, exaltada, y sólo pienso en que no lo puedo disfrutar con él, no puedo darle un abrazo gane o pierda, no puedo comentárselo luego, con lo que me gustaba contarle todo, y eso me cabrea, me cabrea que dependa tanto este momento de felicidad de personas que no están, mi padre, Bernad, mi madre, que no ha venido a verme, este debería ser mi momento y no lo estoy disfrutando.

— Hasta para pelear llevas la falda demasiado corta.

— ¡Mamá! ¿Qué haces aquí? Por cierto llevo pantalón corto debajo

— Pues debe ser un pantalón diminuto porque ahí no cabe mucho más.

— Ya bueno, pero, ¿qué haces aquí?

— Bernad vino a verme, no sabía que tenías novio, aunque bueno, ya me explicó que ya no lo sois, ¡Que sorpresa! Yo siempre pensé que te gustaban las chicas y que lo de los hombres era solo una fase rebelde.

— ¿Bernad fue a verte?

— Sí, me contó lo que habías estado haciendo este tiempo, la ilusión que te hacía este momento, y que habías entrenado mucho para llegar a este momento, que debería sentirme orgullosa de ti y que te haría ilusión que viniera y bueno, aquí estoy.

— Joder, pues no sé si es lo que necesito ahora mismo para ponerme más nerviosa.

— ¿Estas nerviosa? No te preocupes, te vi pelear con tu padre desde las escaleras y si has mejorado aún más la vas a machacar.

— Joder, me llaman, empieza, me tengo que ir mamá.

— No te preocupes hija, dale duro, tu padre estaría orgulloso, y yo también lo estoy, dale con todo lo que lleves dentro, que es mucho.


Al final a su manera estuvieron todas las personas que había amado y que amo en el momento más importante de mi vida, al final esas personas siempre están, las personas que una vez te apoyaron forma parte de lo que eres, y yo llevo la falda demasiado corta y voy a golpear con todo lo que lleve dentro.

Comentarios