Granada, me matas.

Las estaciones son buenos lugares para observar el carnaval humano, he pasado muchísimas horas en estaciones o aeropuertos visualizando a la gente, dibujando sus vidas en mi mente, jugando.
Hoy estoy esperando en la estación a Erika, después de varios meses intercambiando gustos literarios y disfrutando de nuestra compañía por la red, viene a visitarme unos días, y es que ¿Acaso hay algo más bonito que conocer gente nueva con la que conectas? Pues sí, tirárselas.
No suelo ser fan de leer blogs por internet, pero hay veces que lees a una persona y sientes como te introduce la mano y agarra tus tripas y las hace bailar, ella me hizo eso.
Me siento y la espero mientras su bus llega, aún queda bastante rato, he venido con bastante tiempo de antelación, me he traído un libro y lo iré ojeando mientras espío a las personas que me rodean por alrededor, y mientras juego con sus vidas en mi teatro.
Yo una vez vine a esta estación por primera vez, y lo que me llevó a esta estación fue una mujer, la primera, y por ahora la única.
Yo solo tenía 16 años, y vivía en mi pueblo natal, donde todo pasaba en verano y no se dejaba nada para el invierno, harto de la mediocridad que me ofrecía las limitaciones del querido/odiado sitio donde me crie, sin ninguna mujer con la que pudiera conectar más allá de lo físico, vino una noche una chica que no era de por aquí, con un vestido negro, y unos ojos enormes, y una voz pequeñita, dulce y cálida, vino con otro chico, su novio entonces, pero se pasó la noche hablando conmigo, una noche entera hablando y ya supe que yo tenía que estar con esa chica, así soy yo.
Pero se fue, volvió a su lugar de origen, pero no perdimos el contacto y cada uno siguió con su vida, yo seguía retozando en los portales, a veces se echa de menos esa época, esos tiempos en lo que a lo máximo que aspirabas era a que te hicieran una paja o hicieras un dedo en un portal, ahí aprendí porque orificio se escapa el amor efímero.
Pero yo sabía que hiciera las tonterías que hiciera, acabaría con aquella chica del vestido negro, y esperé lo que tuve que esperar, y cuando llegó el momento, los dos nos fuimos a vivir a Granada, yo llegué a esta misma estación con todas mis maletas e ilusiones, y empecé una historia de amor, era la primera que vez que al vaciar mis huevos se llenaba mi corazón, la única historia de amor que he tenido hasta ahora, fíjense que torpe he sido desde entonces, pero pocas veces he sido digno de algo más.
No acabó bien, como podréis imaginar, ella acabó en otra ciudad, y decidió que la mejor manera de solucionar una crisis era engañándome con otro y además, contándomelo, con lo bonito, imaginativo y desafiante que es inventarse una buena mentira.
Yo seguí mi vida en Granada, toda mi vida había querido vivir en Granada, es mi ciudad, mi casa, mi ring, es donde quería beber, escribir y pelear.
Parece que los minutos no pasan en la estación, suelo mover compulsivamente la pierna para desahogar los nervios, hay gente que es peor, hay gente que se muerde las uñas, de repente veo a una pareja que se encuentra de nuevo, ella baja del bus y él sale corriendo a abrazarla, confieso una cosa, a veces me gustan los finales felices, me gusta que me engañen cuando veo una película, o una serie o leo un libro, me gusta, me saca la sonrisilla esa tonta que ponemos los ilusos, porque yo soy un cabrón y todo lo que dirán de mí, pero aún sigo siendo un iluso…
Desde que ese amor triunfal fracasó, he contado con varios cuentos breves que he ido leyendo varias veces, depravadamente deliciosos, pero desde entonces, a la únicas mujeres que he amado son a las que he creado en mis cuadernos, a las demás les decía “Vamos a la cama antes de que digas algo que sea verdad” y luego nos desvanecíamos en el olvido.
Pero seguiré luchando en esta ciudad, que me lo ha dado todo, andando por estas calles donde mis sueños siguen fundiéndose con la realidad.
Y es que yo en esta ciudad estoy cumpliendo mis sueños, porque yo soñaba con mañanas amaneciendo bebiendo whiskeys cerca del río, con poemas tristes que hacían recorrer un viento salvaje en mi corazón, con risas adictivas como la heroína, con que reconocierais que estoy chiflado, con besos difusos en los rincones sagrados de Pedro Antonio, con esas babitas que por un instante no te hacen sentir un cualquiera, con miradas que desordenen el caos que llevo dentro, con poemas alegres que desarman mi armadura, con poemas que me rescaten antes de que los cocodrilos me coman el corazón, con un té a media tarde
soñando que estoy en una escena de “Coffe and Cigarrettes”, soñaba con pelos salpicados de sudores y colores, con cuerpos llenos de lluvia, con canciones profundas y borrachas que hagan que la vida no nos joda tanto, con noches dementes, con susurros y gemidos inyectados entre los dientes, con “Boys don’t cry” sonando hasta el amanecer mientras hacemos el amor, con palabras con sabor a cerveza, con hierba húmeda recién cortada, con el olor a asfalto mojado, con chicas sentadas en un parque o en una cafetería leyendo un libro, o con chicas bailando debajo de la lluvia, con poemas llenos de fluidos esparcidos por todas las estrofas de nuestras entrañas, con mojar los días con un poco de vino, y provocar tempestades en los cielos grisáceos de nuestros ojos, yo soñaba con poemas que os hicieran el amor, con trompetas que anunciaran el apocalipsis, con besos que me pronosticaran el fin del mundo, con besos que me desafiarían, con versos explosivos encerrados en los cuerpos que me amenazaban, con chorros de lefa y ríos de placer, con sonrisas, náuseas y lágrimas, con amores que debí dejar que fueran solo formas abstractas de amor, pero tengo emociones y no cerebro, ahora ya está, tendría que haberme quedado en la cama, pero yo soñaba con poemas llenos amor y lujuria, y me senté a escribir para que mis pasos dejaran una huella a la que seguir, y todos mis sueños se van cumpliendo en esta ciudad, y pronto podré enseñársela a Erika.

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