La chica que soñaba con que se le caía el pelo y se convertía en un libro nazi.

Si con dieciocho años y todo un pavo aun arrastrando me dicen que una de las mejores noche de mi vida la pasaría diez años después jugando al parchís, me hubiera creído, porque para que me iba a mentir, pero pensaría que algo mal hice con mi vida y que en menudo fracasado me había convertido, y tendría razón en todo menos en una cosa, de verdad esa noche merecería la pena ser contada y recordada para siempre.
Dejad las braguetas en vuestro sitio, esa noche no hubo sexo, (Mi yo de hace diez años está empezando a odiarme y eso que aún no me conoce) pero si un juego de mesa tan caprichoso como el destino, mucho vino de calidad y dos jóvenes locos, ella por edad y espíritu, yo por estar enamorado.
El juego trataba en que cada vez que alguien se comía la ficha del otro, tenía que darle un trago al vaso de vino de diez segundos y quien perdiera tenía que hacer la prueba que el otro quisiera, como en la vida, la suerte no me acompañaba y los dados derribaban toda esperanza de poder vengarme de todas las humillaciones que ella me hacía pasar, porque siempre ganaba, cuando digo siempre, es siempre, la gente guapa no debería tener tanta suerte, por compensar digo.
Ella reía a carcajadas mientras me veía andar a cuatro patas desnudo por la casa o volcándome todo un vaso de vino por el cuerpo, haciendo un striptease o imitando a chikito de la calzada, ¿He dicho ya que todo eso lo hacía desnudo? Pero bueno, el precio a pagar por escuchar como su risa sale a borbotones de su pequeña boca de labios gruesos que tanto adoro besar es barato si me pongo a pensar en ello, todos los problemas que se me acumulan, las tormentas que me aíslan, el miedo a volverme loco, todo eso me importa una mierda si escucho su risa.
Pero no todo eran risas aquella noche, cuando el vino empezó a acalorar nuestras mejillas nuestros pensamientos más oscuros y rencores más atrincherados salían a atacarnos mutuamente, al día siguiente ni recordábamos porque habíamos discutido, pero empezamos a echarnos mierda como si agotáramos la paciencia de aguantarnos, pero sin olvidar esto, en las relaciones sentimentales mientras haya guerra hay esperanza.
Yo sabía que era ella o nadie, de repente hicimos las paces y seguimos jugando, el destino me dio una tregua y quizá como recompensa de haberme llevado una regañera que no me acuerdo si me merecía, (Probablemente, pero callaos, no digáis nada al karma) se me compensó con por fin ganar una partida, y cabrón de mí, por supuesto, lo que quise que hiciera fue que se desnudara y que volcara todo el vino por su precioso cuerpo de aspecto virginal, pero fiero como el vino.
Haz el amor mientras declaras la guerra, ese era nuestro himno cuando follábamos, pero seguid guardando la bragueta en su sitio, que ya dije que no pasaría nada. Pervertidos.
Jugamos a pasarnos un huevo en una cuchara desde el salón a la cocina, se nos cayó solo uno, y eso con todo el vino que nos corría por las venas bien valía un premio Guinness, a ella le subió todo el vino de golpe, la metí en la ducha y nos acostamos en la cama, ¿No pensareis que soy tan cerdo de intentar meterle mano estando tan borracha? Bueno, nunca lo sabréis, así que pondré que jamás haría eso, que soy un caballero y que simplemente dormimos hasta casi el amanecer, mira, lo último si es cierto.
La acompañe a su casa antes de que se despertaran en su casa, aún borrachos nos despedimos en su portal sacándonos el dedo corazón, así lo hacíamos siempre, y yo volvía a casa pensando en que la noche había sido una locura que nadie entendería, solo nosotros, (¿Y qué hago yo contándoos esto?) Pues que me da la gana, ventajas de escribir, escribir es como contar un sueño que has tenido, nadie jamás lo entenderá o lo vivirá igual que tú, pero lo haces porque quieres compartirlo, porque así somos, ella una vez me contó que soñó con que se le caía el pelo y este se convertía en un libro nazi, tenía sueños dignos de cine de cinco estrellas, ella y mi amor por ella eran magia sin trucos, ella era de derechas y yo de izquierdas, ella era del Madrid y yo del Barça, ella era de números y yo de letras, ella era mía y yo suyo, el amor no es matemáticas, el amor no es ciencia, el amor no es ni poesía, el amor es un sin sentido y eso es lo divertido. Magia sin trucos.
Si yo solo quiero ver series con ella, compartir pringles verdes, follar a todas horas y dormir siesta juntos toda la vida, nada serio.
Y por mucho juegos de azar que me quieran hacer fallar, yo siempre tendré los dados listos para tirar y apostar, por ti.

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