La ecuación perfecta

La cama donde descansas está hecha de matemáticas, el sitio donde evacuas tus desechos está hecho de sumas y restas, el sitio donde estés leyendo esto está hecho de ecuaciones, hasta el amor y el orgasmo son ciencia, aunque me gusta pensar que tienen algo de magia.
Y para que tú me leas, han debido de suceder una serie de ecuaciones que de forma caótica y casual me han traído en orden hacía ti.
La primera, tranquilos, no me iré al Bing Bang, la primera de todas las casualidades y ecuaciones que me traen aquí, es mi favorita de hecho, es en la de como mi padre conoció a mi madre.
Sumad esto, mi padre se cuela en la oficina de teléfonos donde trabaja su prima, y en una alarde de pillería que explica a quién ha salido vuestro narrador, se dispone a llamar a números al azar para encontrar a alguna chica con la que hablar, y la primera chica que le coge el teléfono, es mi madre, aún no lo es, pero lo será, y es una joven de un pueblo a 50 km, que también trabaja en teléfonos, se ponen a hablar y surge la ciencia, en dos meses mi padre “Rapta” a mi madre y sin el permiso de mi abuelo se escapan y vienen andando hacía mi pueblo, pasando noches acampados, juntos, a los dos meses se casaron, y después de tres intentos por buscar al hijo más desastre de todos, me encontraron a la cuarta.
Ahora en mi infancia tenéis que multiplicar, tranquilos, lo haré sencillo, sobre todo para poder hacerlo yo, multiplicad esto, niños que se reían de mí debido a mi inocencia, bajadas de pantalones, mi pito al aire en mitad de clase, niñas que escogen al malote de clase, malote de clase que golpea y humilla a vuestro querido narrador, narrador que comienza a escribir para expulsar la rabia, psicólogo que te crío al leer lo que escribía con doce años, carencia de amistades, desahogo con el bolígrafo y el balón de fútbol, y un pelazo que ahora echo de menos.
En la adolescencia se resta, joder, no la aproveche como debía, ¿Dónde estaban todas esas fiestas de desfase?, magreos de teta en los callejones de mi pueblo y pajillas en los portales, babas y semen que bailaban con las sonrisas de las primeras veces, pero réstale todo el sexo que no tuve, todas las drogas que no tomé, era la edad para cometer estupideces, y por culpa de no aprovecharlas bien, pues las hago ahora.
Entramos en tema pantanoso, haced lo que queráis con esta cuenta, pero llega el momento del primer amor, la gran hostia con mano abierta que te da la vida, los primeros llantos, los ay quiero morir, los primeros te quiero, la primera vez, sí, porque de todas las restas de la adolescencia salió la gran suerte de poder sumar mi primera vez con alguien a quien quería más que a nadie en ese momento, y eso nadie nos lo podrá quitar, como tampoco el derramamiento de sangre del primer desengaño, los primeros cuernos, que no últimos, el dolor que te arranca del pecho la inocencia de por vida, el momento en el que ya nada será igual, ni sabrá igual, ni sentirás igual, no digo que mejor no, pero igual no.
Los números empiezan a amontonarse, una cifra aquí, otra allá, y más en esta época, la bendecida como época de desfase post ruptura, todo el whisky , cervezas, chupitos, mujeres desconocidas y amaneceres en el mirador de San Nicolás no curaron mi corazón roto ni me hicieron mejor persona, probablemente al contrario, pero creo que me hicieron mejor escritor, y eso cuenta para llegar aquí también.
Entonces, después de la resaca a la que llamaba mi vida, vienen las letras, estaba hasta los huevos de números y casualidades, y decidí ponerle puntos, comas, palabrotas, gritos, declaraciones a mi amor, voz a mis defectos, voz a mis imperfecciones y hacer de mi vida un libro.
¡Pero me faltaba la chica! La mayor ecuación de todas, encontrar a la chica que haga que todas tus sumas, restas, divisiones y multiplicaciones creen una ecuación perfecta, vamos, la que me jodiera y amara a partes iguales, el caos sincronizado que aparece en tu vida para poner tu vida patas arriba, y yo la conocí, no os voy a contar la de casualidades que tuvieron que pasar para que la conociera, porque quiero que penséis que no existen los números que me llevaron a ella, quiero que penséis que todo esto no tiene explicación, que las estrellas nos guiaron, que yo me enamoré en el primer beso, pero no se lo dije hasta el trescientos y pico, justo antes y después de correrme, que ella me quiso, que me hizo más grande y le dio sentido a todo, y que todo eso no tuvo que nada que ver con las matemáticas, que me dejara no tuvo que ver con nada de eso tampoco, pero cuando fui a resolver el resultado de toda la cuenta, lo que me salió fue mi primer libro, “Mataré a todos tus ex por ti”, la ecuación perfecta que no tuvo que ver con las matemáticas, si no con todo lo bueno y malo que me ha traído aquí, y la magia de encontrar un amor que no morirá, porque siempre estará en mi libro.

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