La teoría del tercer cuarto.

Mis amigos saben seguras estas cosas de mí:
Se me da fatal dibujar.
Rompo la tensión con bromas.
Me gustan las series y los libros.
Se me da fatal hacer algo bajo presión.
Sobre esta última cuestión, la presión, tengo una teoría llamada “La teoría del tercer cuarto” originada en las partidas al NBA que juego en las que en el tercer cuarto me hundo y me dejo llevar por el devenir de la derrota, sin ánimo ni fuerzas de remontar o mantener mi ventaja, y todos estos aspectos se pueden aplicar a cualquier tipo de competición en la que haya participado desde pequeño, ping pong, fútbol sala, baloncesto, atletismo, etc etc,
Y que luego se ha podido extrapolar a situaciones delicadas y personales, como el sexo, mantener una conversación importante, cualquier trabajo que haya tenido, cualquier situación clave en mi vida que haya defraudado por mí torpe manejar en situaciones que se me escapan de control debido a “La teoría del tercer cuarto”

Y debido a que últimamente he tenido que viajar hacía el útero de mi universo para explorar las raíces de mis más nocivos comportamientos he podido encontrar después de rebuscar entre muchos recónditos escondites de mi subconsciente una explicación al nerviosismo que me oprime la voluntad de conseguir lo que quiero.
Por supuesto nos vamos años atrás, a mi época de pelillos en el bigote, pelo amontonado casi a lo afro en la cabeza y gafas gigantes, pues a pesar de esas pintas no destacaba mucho en el colegio, era invisible, casi echaba de menos la época en la que me puteaban en los primeros años de primaria, bueno no, pero sentirse ignorado duele, y eso es algo que aún arrastro, por lo que pensé en remedios para sentirme valorado, (Es la presión de la sociedad de tener que ser valorado por términos marcados por la masa social como la victoria o el sentirte fracasado si no cumples lo que empieza esto) me vendí a esa panda de salvajes y dejé las libretas y mis historias a un lado y vi que se me podía dar bien, correr, correr siempre se me dio bien, como un guepardo corría, joder, me tenías que haber visto correr en mis tiempos mozos, corría como si me persiguieran todos los problemas de mi vida, y nada, no me cogían, pero el atletismo no era tan popular, empecé a competir, la gente se sabía mi nombre pero nada más hasta que debido a mi velocidad supersónica me llamaron para formar parte del equipo de fútbol sala, y ahí empezó todo, sorprendentemente se me daba bien, siempre se me dio bien, pero creo que sólo yo lo sabía, corría por la banda de un lado para otro, un pulmón, relámpago me llamaban, estaba en todas partes, era muy cansino, muy pegajoso, no te ibas de mí, no me alcanzabas, la gente cantaba mis goles, mis asistencias, formaba parte de un equipo, se me daba algo bien y la gente me valoraba por ello, no les interesaba una mierda, solo les importaba porque era bueno en lo que hacía y eso les ayudaba, pero en ese momento yo ni me daba cuenta, solo quería que me quisieran, que me vieran, importar, servir de algo, nada más, pero entonces debido también a mis ganas de pelear cada pelota como si fuera la última (así vivo yo) metí la pierna donde no debía y mi rodilla se luxó, se fue a otra parte de donde debía estar, y yo llamaba a mi mamá, y lloraba y gritaba como si el dolor me fuera a matar, aún sudo cuando lo recuerdo, (y siempre me toco la rodilla cuando lo hago), pobre, lo que le he hecho sufrir desde entonces, una operación, tres rehabilitaciones, un infierno, la cuestión es que me jodí la rodilla y ya no pude jugar igual, algo en mí había cambiado, a pesar de haberme curado jugaba con miedo, no quería volver a sentir ese dolor, (eso se puede extrapolar a tantas cosas luego a lo largo de mi vida), y ya no era tan veloz, ni tan relámpago, ni tan eficaz, ni tan importante, jugaba con presión porque tenía la necesidad de demostrar algo, que aún no me había rendido, pero el miedo me ralentizaba, aunque no parara, la gente no tiene memoria y fui olvidado de nuevo, las palabras, que son puñeteras y muy suyas pero buenas me acogieron de nuevo, y volví a escribir, pero esa presión se quedó conmigo, esa presión por ganar, por sentirme valorado, por tener que usar las cosas que se me dan bien para que me vean y se queden y miren dentro a ver que hay, que lo mismo hay algo bueno oye, aparte de lo que se me da bien ¿No?
Y ahora que he encontrado de donde viene “La teoría del tercer cuarto”, ese desplome de ánimo cuando la presión acecha y la voz en mi cabeza me grita que no seré capaz de nada bueno en la vida, ¿Qué hago con todo esto?
Bueno, algo ya estoy haciendo, aunque no se vea aún, voy lento como dije, pero nunca paro, ya no corro como un guepardo, pero sigo peleando, y no por la victoria, ni por el miedo al fracaso, ni para demostrar nada a nadie, lucho contra mis miedos por aquel niño ingenuo, y por este niño adulto, por seguir peleando, con fe, por lo que amo, no nos pueden quitar esa parte de nosotros.

Comentarios