Me gustas por lo mucho que me ignoras.

No puedes forzarte a que te guste alguien, es tan inútil como intentar forzarte a escribir, nunca sale nada que valga la pena, solo mediocridad, la verdadera esencia de las cosas surge de la de lo inexplicable, de las cosas que van más allá de lo que nosotros entendemos de nosotros mismos, todos nuestros actos tienen un porqué, si nos enfadamos por algo sabemos en el fondo por qué es, si nos emocionamos por algo sabemos en el fondo de dónde viene esa emoción, de en qué momento a lo largo de tu vida ha pasado algo que lo relaciones y haga que te guste o desprecies algo, pero de repente algo no puedes explicarlo, y te sientas a escribir para descubrirlo, o simplemente lo disfrutas como algo nuevo de ti que estás a punto de descubrir, te guste o no lo que vas a ver.

Conocí a esa chica, o esa chica me conoció a mí, no recuerdo, había pasado un tiempo desde que no estuve con ninguna chica, mis duelos son muy radicales, cerveza en vena, series en vena, libros en vena, melancolía en vena, miradas perdidas en bares, rabia en vena, hablo mucho menos de lo habitual, y es genial, porque es como si tuviera derecho a auto destruirme, y a veces me da miedo lo que me gusta destrozar el poco rastro de ilusión que quedaba en mí, hasta me lo paso bien, me dejo hecho un trapo y yo tan “contento”, eso, definitivamente no suele ser sano.
Y cuando me doy cuenta, que suelo tardar, porque soy algo lento para lo que me interesa, entonces me levanto un día de la cama y sin avisar pego un salto, me ato las zapatillas de correr y sin desayunar salgo a correr por mi barrio, y mis vecinos me ven esforzándome por no mantener las tripas en mi boca, y cuando las empujo hacía dentro comienza un nuevo día al ducharme y desayunar, y de repente me inunda un sentimiento de reivindicación imponente, como queriendo demostrar al mundo (o a ella) lo que se pierde, y me siento a escribir, y limpio la casa, y hago la compra, y salgo a pasear, y sonrío, y veo a mis amigos, y me recuerdan quien era, y comienzo de nuevo a ser la persona que quiero ser, y el mundo me vuelve a recibir con los brazos abiertos…

Aún no tengo claro quien conoció a quien primero, pero me gustaba, era simpática conmigo al principio y se interesaba por lo que me gustaba, sé porque eso me gusta de una persona, no estoy acostumbrado en mis relaciones a que sean detallistas conmigo, es un anhelo, sentirse valorado, punto uno para la chica, pero a mí eso me emocionó, y empecé a mostrar por ella síntomas de encariñamiento, muestras suicidas de que empezaba a importarme, y entonces ella empezó a ser fría conmigo, cuando antes notaba su impaciencia porque le respondiera ahora era yo quien me quedaba mirando el móvil esperando su respuesta, antes ella me decía de vernos asiduamente, ahora era yo quien recibía negativas ante mis propuestas, el juego se había convertido en algo nocivo para mí, empezaba a ignorarme, y todas las cosas que me gustaban de ella, el cariño que ofrecía, la empatía que me trasmitía, su forma de vestir, de peinarse, los lunares que acompañaban su sonrisa, su explosiva sonrisa, las cosas que me contaba de su mundo, lo que le atormentaba, las cosas que de niña le hacían feliz, todo eso empezó a dejar de gustarme, o simplemente a dejar de interesarme, y yo sabía porque ya no quería saber más, y era porque me estaba ignorando, mi gusto es muy egocéntrico, puede que sea un mecanismo en mi psique para protegerme, pero le doy gracias, sé que lo hace porque necesito sentirme valorado, visible, importante, y no creo que todo eso sea malo, aunque a veces me haya perjudicado, sé que viene de mi niñez y adolescencia y de los problemas que me ocasionaban a mi autoestima la gente que me rodeaba, o también de como afectó a mi autoestima que mi primer amor aquella noche ignorara mis llamadas mientras se enrollaba con alguien que acababa de conocer y unos amigos del chico cogieran el móvil y se rieran de mí.
Ignorarme no me conquista, eso es un hecho, revuelve demasiada mierda que guardo dentro.

Empecé a verme con otra chica que había conocido en un recital, no hacíamos nada, esta vez quería ir despacio, pero me veía con las dos a la vez y por supuesto no me sentía mal, a veces quedaba con una para cenar y luego me iba con la otra de fiesta y luego al día siguiente viceversa, y no me sentía en absoluto mal, soy lo que la autoindulgencia ha hecho de mí.

Quedaba con esta chica en miradores, cenábamos, bebíamos por la calle, pero nunca nos besábamos, ella me preguntaba todo el rato cosas, quería saber cuál era mi opinión de todo, y luego yo, falto de originalidad le hacía las mismas preguntas para saber qué opinaba ella de las mismas cosas, me gustaba ver cómo me miraba al hacerme la pregunta, como intentando escudriñar en mi mirada y ver la respuesta antes de que se la dijera, veía como sus ojos se acercaban a mí al hacerme la pregunta, acercaba la cara, y sé por qué eso me gustaba, ya os lo he dicho antes.

Un día me dijo: No quiero acostarme contigo porque cuando me acuesto con alguien comienzo a ignorarlo, y no quiero que contigo me pase.

No sabía cómo tomarme eso, mi parte sensible lo valoraba, le importo, mi parte ruda decía, joder, pero yo quiero que no puedas controlarte y que follemos como animales en el barro, pero decía que lo entendía y me iba a casa.
La otra chica empezó a ver que ya no le escribía, que ahora era yo quien pasaba, y noté como le iba mosqueando, pero yo estaba centrado en esta, no es por un estricto código moral, soy demasiado perezoso como para llevar dos relaciones a la vez, y me estaba empezando a interesar, un día, estando yo de fiesta, me escribió, me muero de ganas de verte, por fin no podía controlarse, por fin sentí esos nervios fui corriendo literalmente hacía donde estaba, llegue y la bese, sin decir hola, nos besamos en mitad de la calle y la levante y la puse contra la pared de un ya no tan triste banco, fuimos a mi casa y lo hicimos, los dos estábamos muy borrachos, aquello fue un desastre, nuestras cabezas chocaban, nuestros cuerpos no se sincronizaban, pero se lo comí e hice que se corriera, luego se quedó dormida, yo no me corrí.
A la mañana siguiente noté lo que me había dicho, ya estaba empezando a ignorarme, luego nos escribimos, nos dijimos, pero solo le escribía yo, y ahí quedo todo, un día deje de escribirle, ahora toda esa hambre de conocimiento, de explorar, la sonrisa juvenil que tenía, ese aura de misterio que la envolvía, todo eso dejó de ocupar sitio en mi cabeza, era libre de sentimientos, que caprichoso soy, no se me puede ignorar ¿eh?

Melanie, así se llama la chica del principio, cada vez me escribía más, me daba los buenos días, las buenas noches, quería quedar, quería verme, decía, ahora quería verme, pero yo ya no podía dar vuelta atrás a mis sentimientos, una vez se van no hay retorno, esta ciudad es muy pequeña y sabía que yo me había visto con otra chica, desde entonces insistía en venir a mí casa, y un día me dije, ¿Por qué no?, y le dije que sí, vino con medías de rejilla y una falda corta y un camisón de seda debajo del abrigo que la cubría, cuando se lo quitó pensé en que me la quería follar con todo puesto, y así fue, nos besamos y le quite las bragas, la puse contra el armario empotrado de mi casa, y fuimos de la cama a la mesa a la pared sin parar, follamos como si nos quisiéramos sacar demonios de dentro, gritamos, sudamos, me pide que la agarre del cuello, lo hago, suave, pero quiere más y aprieto, aprieto y aprieto, y más aprieto, más gime, pégame, me dice, y le doy en la cara, suave, pero quiere más, y le pego más fuerte, y más fuerte, y más fuerte, y más le pego, más gime, no quiero entrar a analizar porque le gusta eso, porque le excita tanto que la violencia, pero se corre enseguida, su cuerpo se doblaba como si fuera un exorcismo, casi dobla mi polla aun dentro erecta, bajo a comérselo, siempre me dijo que le gustaba el tacto de mi lengua, pero está muy sensible, me dice, y va bajando besando mi pecho, me la agarra con hambre, aún con la euforia del orgasmo en su sistema, le aprieto la cabeza con fuerza, y después de un rato acelerando el ritmo cada vez más, bañándome con su saliva que galopa por mi torre torcida púrpura, me corro en su boca, yo también me doblo de placer, le digo que pare, que también está sensible, que bien sabes, me dice, me aparto, no quiero que me toque, me siento indefenso, vulnerable, y aunque suene cabrón, siento como si al haberme corrido ya le hubiera dado todo lo que le podía dar de mí, ya no había más de mí que le podía dar, era una buena chica Melanie, pero nuestro momento se había pasado, lo tenía todo para gustarme, pero no podía forzar a que me gustara, y luego había otra cosa que me carcomía la cabeza, sabía por qué yo le gustaba, porque la había ignorado, porque la había hecho sentir especial, porque cuando me gusta alguien intento hacer sentir como me siento yo cuando a alguien le gusto, pero ha pasado tanto tiempo desde que no me siento especial que lo mismo ya se me ha olvidado y lo hago mal, y de repente un día, como ella me ignoró, yo dejé de hacerle sentir así, dejé de mirarla de aquella manera, yo no le gustaba por cómo era, sino porque ahora yo le ignoraba y quería recuperar eso, por su ego, por su orgullo, pero no porque sintiera que yo era especial, y no lo soy, nadie lo es, pero quiero a alguien que a pesar de mis desastres me vea así, especial, y no quiero estar con alguien que me haga sentir menos.

Es lo justo y necesario.

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