Parte 3: La parte en la que te quedas.

Parte 1: La parte en la que me caigo.
Si algo he aprendido últimamente es que quieto estoy mejor, quieto no rompo nada, quieto no jodo nada, quieto estoy más guapo.
Todo lo bueno en mi vida me ha venido sin esfuerzo, o más bien por mi gracia natural, por mi forma de ser, sin forzar, yo no me esforcé en tener buenos amigos, están ahí, pregúntale a ellos porqué, yo no me esforcé en tener una buena familia, simplemente nací en ella, soy bueno adaptándome a cualquier ambiente, a cualquier situación, y por eso sigo vivo a los treinta y como y respiro y puedo salir por ahí de vez en cuando y tengo tiempo para escribir, porque me sé adaptar y sobrevivir, y me sale de forma natural, casi sin esforzarme. Pero si me esfuerzo, joder si me esfuerzo, entonces la jodo, mis mejores polvos se lo llevan chicas cuyos nombres no recuerdo, quieren quedar conmigo personas a las que nunca les escribo primero, quieren conocerme, quedarse gente a la que respondo cuando no tengo otra cosa mejor que hacer, pero si alguien me gusta lo suficiente como para que me duela el estómago de nuevo, entonces me pondré nervioso, y me costará dejar de pensar, porque quiero lo mejor para esa persona, y me surgen miles de preguntas que no me quiero responder, inseguridades que guardo desde pequeño en el sótano de mi subconsciente, y me frustro y agobio porque no quiero que se vaya y tengo miedo, porque no tengo cosas bonitas, no estoy acostumbrado a tenerlas y mantenerlas, es un mundo nuevo para mí, desconocido, y entonces haré algo y lo estropearé todo y eso se sumará a mi lista y la bola se hará cada vez más grande e irá más rápida cuesta abajo y yo cada vez soy más lento y viejo y tengo miedo de que me atropelle justo cuando tenga algo bueno por lo que luchar, como suele pasar.
Parte 2: La parte en la que me levanto.
Fracaso como los mejores, nadie puede quitarme eso, quiero mi medalla, la colgaré en mi estantería junto a las que gané de pequeño por hacer cosas buenas, puede que me haya desviado del camino, pero sigo siendo el mismo, el mismo niño que corría como un guepardo, mis pies casi no tocaban el suelo, nada ni nadie podía alcanzarme entonces, pero mi rodilla dijo basta y decidió por su cuenta que no podía ser tan bueno en algo y decidió pararme y pare, paré de correr, paré de huir, y entonces me senté a escribir, palabras y palabras que plantaban su bandera en mi culo y me hacía más fuerte que cuando mis músculos crecían y crecían hacía ninguna parte, planté mi culo y con esa escayola cubriendo toda mi pierna derecha me probé a mí mismo, tecleaba y creaba, creaba y tecleaba, yo era mi propio fuego, estar incompleto y paralizado no me podía parar, nadie creía en mí entonces, nadie me leía, y quien lo hacía no lo volvía a hacer, y probablemente con razón, pero yo si creía en mí mismo, no tenía a nadie que me dijera que yo podía, me bastaba con mirar dentro y ver lo que nadie se atreve a ver, y no era mi estúpido y siempre decepcionante para los demás potencial, era verme, reconocerme, ver todas las piezas de una vida, ver todas las cosas que soy (porque nunca somos sólo una cosa), ver todo mi universo expandirse y apasionarme por todo lo que aún no he descubierto de mí mismo y que algún día me sorprenderá, ver todo lo que guardo en mí y empezar a escribir, sin excusas, sin mediocridad, haré lo mismo que cuando me quitaron aquella escayola, volver a aprender a andar, porque si algo he aprendido últimamente es que soy más fuerte de lo que mi cuerpo me quiere probar que soy, con esa sed incesante, con eese dolor en las tripas y ese run run en la cabeza, porque aguanto que no estés conmigo cada día (Y si soporto eso…), aguanto que no me quieran en las librerías, y he aguantado incluso dejar de creer en mí, porque en el fondo sabía que me estaba poniendo a prueba para volver a sentar el culo aquí y volver a sorprenderme a mí mismo, expandir mi universo y crear planetas habitables donde esta vez si quieres, te puedas quedar a leerme.

Comentarios