Picad mi anzuelo.

Es curioso, pero cuando estoy solo en casa necesito tener la televisión encendida o estar escuchando música, y sin embargo cuando estoy con gente disfruto mucho del silencio, a mí los silencios no me incomodan, los veo como pequeñas treguas, pequeños regalos del ser humano, el silencio, ya no valoramos el silencio, infectamos de ruido nuestro entorno, nos movemos deprisa, no tenemos tiempo, nos olvidamos de la risa, no tenemos tiempo.
Bukowski necesitaba el hipódromo y yo necesito el silencio del mar, montarme en mi pequeña barca, encender el motor a la tercera e irme lejos, necesito que la perspectiva se aleje, allí no hay ningún problema que te pueda alcanzar, no hay con quien discutir, no hay quien te lea, no hay quien te juzgue, bueno, quizá los peces te juzguen un poco y piensen que eres un cabrón, pero se les olvida pronto, allí te limpias de mierda que no se quita restregando en la bañera, allí eres más tu que nunca, no hay mayor psicólogo, es como escribir en el viento, y te importa una mierda hacía donde lo lleve, porque tú ya lo has soltado, tu dolor ha volado, eso es lo que hacemos los escritores, putear al dolor, molestarle, la felicidad en un escritor suele ser un visitante fugaz, nunca da tiempo a que le pongas un té caliente y se quede y vea lo buen anfitrión que eres, pero por momentos siempre vuelve, y eso hacemos al escribir, dar por culo al dolor, y atraer esos pequeños momentos de felicidad a nuestra casa, a veces se nos olvida, allí en tierra firme te intentan convencer de que seas de una manera, de corregirte, de domarte, los escritores no estamos hechos para ser domados, los escritores estamos hechos para robarle el tiempo de los bolsillos a la muerte, y hacer que nos quedemos por aquí un poco más de tiempo después de irnos, pero siempre a nuestra manera, siempre dando guerra al dolor, sin dejarnos pescar por los anzuelos que nos lancen desde la tierra, hay demasiados escritores, ahora todo el mundo escribe, yo no soy mejor que todo ese banco de peces, pero permitirme alejarme, permitirme nadar en la inmensidad del océano solo, algunos pensarán que así estoy más desprotegido, pero me estoy alejando de los tiburones, buscando ser yo mismo, sin contaminarme de las toxinas que derraman sus influencias, permítanme estar solo, aquí en medio del mar, donde pesco todas las palabras que necesito para sentarme aquí, bajarme los pantalones, y dejar que piquéis en mi anzuelo.

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