La escritura
y el fútbol desde pequeño siempre han sido mis dos grandes pasiones, con el
tiempo la escritura tuvo una ramificación que fueron las series y películas
porque cuando estoy viendo una, aparte de disfrutar visualmente también la
interpreto como una historia que ha sido creada en un escritorio antes, y la
leo y aprendo también a contar una historia, pero vamos que a mí lo que me
hubiera molado es ser una estrella del rock, cantante además, pero la voz no es
mi fuerte, para ser sinceros.
Pero antes
de la escritura, debo confesar que estaba el fútbol, esto en mi entorno de
literarios por lo general suele ser mal visto, incluso quedas súper genial si
dices que lo odias. Bueno, pues como me da igual como quedar lo digo, me
encanta el fútbol, lo sigo a diario, y puedo ver varios partidos al día, de la
liga que sea, y de la época que sea también, por supuesto me importa muy poco
lo banal que rodea el fútbol, lo que me interesa es lo que pasa dentro del
campo, y aquí me vais a odiar, pero disfruto como un niño pequeño viendo las
diferentes tácticas, el movimiento de piezas según avanza la partida, las
variantes vertientes, las respuestas creativas, si creativas, ante un problema
de estancamiento, las paredes rápidas, las jugadas de tiralíneas, los cambios de
juego, asistencias, robos y golazos, y sobre todo disfruto del jugador que
sobresale y controla todas esas cosas que es el único e inigualable Leo Messi.
Mucha gente
ha dejado de leerme ya, lo sé, no me importa, esto va más allá para quien se
quede, porque no he venido a defender algo que me gusta, si no a contaros que
una editorial ha estafado mis sueños, ilusiones y mi dinero, se ha quedado con
todo y me ha dejado tirado a vistas de presentar lo que iba a ser mi segundo
libro: “La esperanza es la nueva rebeldía”.
¿Y qué tiene
que ver el fútbol con eso te preguntarás? Veréis, no es la primera vez que me
estafan, como dije, el balón fue mi primera pasión, de pequeño fue mi primera
vía de escape, darle patadas a una pelota como lo llamáis era mi forma de escapar
de un colegio lleno de niños que se reían de mí. Yo era rápido, siempre lo fui,
corría en solitario o con mis primos mayores, y les ganaba, uno de mis primos
me regaló una pelota y empecé a jugar con él, jugaba también a la pelota en
solitario o con los niños mayores que iban al instituto de mi barrio justo
enfrente de mi casa, me respetaban más porque jugaba bien, era una lapa y nadie
se iba de mí a pesar de ser mucho más pequeño y escuálido que ellos, pero luego
volvía al colegio y seguía siendo el hazmerreír de clase, el que lloraba en
público sin vergüenza de que me vieran cuando me humillaban. Pero un día
alguien me vio jugar y confió en que podría ayudar al equipo de mi pueblo, iba
a jugar con los mismos niños que se metían conmigo, pero las ganas de jugar y
competir a más nivel me pudieron y acepté. Con el tiempo dejé de ser el niño
raro, para ser el niño raro que sabía jugar a fútbol sala, en los viajes me
seguía sintiendo solo y cuando andábamos por el pueblo visitante yo solía ir
detrás como un fantasma o una sombra de aquellos chavales, y aun así me
bastaba, eso ya era mucho para mí por aquel entonces, y lo importante para mí
es que dentro del campo era uno más y me lo pasaba tan bien, el éxtasis del
gol, el sacrificio de ayudar a tus compañeros, la adrenalina de la velocidad
por la banda, el agradecimiento de la asistencia, que jodida maravilla era,
quizá por eso veo tanto fútbol ahora, porque me recuerda a mi niñez y a esos
momentos felices en un campo. La cosa iba bien, ya era titular y ganábamos y mi
vida social empezaba a sonreírme, empezaba a ser uno más también fuera del
campo, estaba ilusionado con algo e iba avanzando hasta que mi ímpetu por
llegar a todos los balones un día me hizo pagarlo caro y mi rodilla se salió de
su órbita, fue lo más doloroso que me ha pasado en mi vida solo comparable con
la rehabilitación, tengo sudores fríos sólo de recordarlo. Pero me recuperé,
luché y peleé mucho para volver a correr por la banda, que era mi zona, la
banda derecha, con lo rojo que soy, paradojas de la vida, pero cuando volví las
cosas habían cambiado, mi equipo de fútbol había sido disuelto y absorbido por
el equipo vecino, ya no había equipo sólo procedente de mi pueblo, por lo que
una persona del pueblo decidió juntar a los niños que no se habían unido al
equipo vecino y hacer un equipo del pueblo, yo estaba encantado, íbamos a ser
un equipo independiente que representaría como antaño nuestros padres y abuelos
al sitio que nos vio nacer y donde nos criamos, que sentimiento tenía entonces por
mi tierra, ya no tanto.
Aquel señor
bastante mayor que nosotros, vamos a llamarle, CDM, por usar las iniciales de
su nombre, (que por si no lo pilláis es CABRÓN DE MIERDA), nos juntaba a todos
en un solar y nos explicaba lo que iba a hacer con nosotros, no, no es ese tipo
de historia, nos contaba que íbamos a tener equipaciones, que tendríamos
instalaciones propias, todo era de color rosa, y nosotros tan ilusionados, tan
contentos, íbamos a empezar algo de cero, algo nuestro, y que feliz nos hacía
aquel señor que se sacrificaba por nosotros que sólo teníamos que hacer lo que
más nos gustaba, jugar a fútbol sala, que ilusión, que bonito todo.
Hasta que
nos pidió dinero para las equipaciones que al principio iban a ser gratis y se
lo dimos, entonces empezaron a venir las excusas, de repente no venía a los
entrenamientos que terminábamos solos, iba desapareciendo poco a poco, sabíamos
quien era, donde vivía, pero nosotros, sin preguntar a nuestros padres habíamos
aceptado darle dinero a una persona que no conocíamos en realidad, sabíamos que
era del pueblo y poco más, y nos daba hasta vergüenza y miedo contárselo a
nuestros padres, de repente desapareció un tiempo, el plazo para hacer los
equipos se había agotado y nosotros nos habíamos quedado sin el dinero de
nuestra paga y sin opción de jugar y competir, nunca se lo contamos a los
demás, poníamos excusas y decíamos que este año queríamos centrarnos en los
estudios o lo que sea, lo que es la vida, te estafan y sientes vergüenza, aquel
señor se aprovechó de nuestra ilusión y sentíamos recelo de contarlo porque si
se reían de nosotros, por si nos llamaban tontos, aquel año no pude hacer lo
que más me gustaba por culpa de aquel cabronazo de mierda, y durante un tiempo
incluso se me quitaron las ganas de hacerlo, sentía una desilusión, una apatía,
eso sientes cuando te quitan algo en lo que has puesto todas tus ganas y
esfuerzo, me recuperé para volver y se rieron en mi cara. Pero pasó el tiempo,
el tiempo puede ser una muleta para empezar a levantarte, luego lo demás lo
tienes que hacer tú, y eso hice, entrené en solitario, y al año siguiente fui
yo quien hablando con el entrenador del pueblo de al lado, (era necesario un
adulto que nos supervisara) le pedí que nos dejará entrenar en sus
instalaciones y que me dejara formar mi propio equipo, decidí coger el control
y hacer algo por mi cuenta, formé un equipo con los chavales de mi pueblo y ese
año empezamos a jugar por nuestra propia cuenta y a competir, volvimos a hacer
lo que más nos gustaba hacer, porque no hay cabronazo que baje los brazos a
este cabronazo que escribe.
Y lo digo
porque hace unos días otro cabronazo jugó con mi ilusión y me quitó lo que más
quería, mis ganas de escribir y publicar, porque después de formar aquel equipo
de fútbol sala me volví a lesionar, cosas de la vida y tuve que dejarlo y
entonces volví a escribir, y escribir fue lo que me salvó, como lo fue la
pelota en su momento, y desde entonces no he parado de escribir, incluso cuando
no escribo, estoy preparándome para escribir, y alguien ha jugado con eso y me
lo ha querido quitar, pero esta vez, y debido a la fortaleza mental que me dio
aquel deporte de niño y a todo lo que me enseñó, esta vez ni por un segundo se
me han quitado las ganas de escribir, esta vez, es cierto, he llorado y golpeado
cosas pero luego me he sentado aquí a escribir esto, porque esto es lo que más
amo del mundo, y si te has quedado hasta aquí, nunca pararé de darte las
gracias por leerme, y yo a pesar de todos los cabronazos nunca pararé de
escribir ni de tener ilusión por la pasión que mueve mis tripas y mis huesos,
por lo que de nuevo cogeré las riendas de mi vida y daré el golpe de teclado
que necesito para salir adelante, me he sentado a no parar de escribir, ese es
el primer paso, mañana habrá otro y así hasta volver a cumplir mi sueño y de
seguir viviéndolo, la vida es muy corta como para conformarse con bailar con la
realidad que nos toca.
Pero vamos,
que ojalá hubiera sido una estrella del rock.
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