Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones.

Testimonio 1: David. La espera.
¿Que qué hacía en el portal? Puedo entender que parezca sospechoso porque yo le abrí la puerta, pero puedo explicarle agente, yo estaba esperando a alguien, con música en los cascos y unas Pringles verdes en las manos, y mis ojos se balanceaban de lado a lado, de esquina a esquina esperando la respuesta a mis preguntas, y cada vez que una cabeza asomaba estallaba en mi cabeza una fuente de colores que me cegaba de todo alrededor, pero nunca era, y yo esperaba paciente, porque eso hago yo, esperar, soy cinturón negro en esperar, toda mi vida he esperado, porque cuando he ido a por algo mi torpeza intrínseca ha hecho que lo derribe y lo joda todo, por eso yo espero, y mientras espero pues aprendo a ser mejor, no es tiempo perdido, me preparo para cuando doble la esquina, para cuando yo esté listo, y allí estaba yo parado, tarareando canciones, diciendo: “está última canción y me voy”, pero nunca me iba, así soy yo, la recompensa no es el premio, es la lucha, espero y sin embargo (valga la redundancia) nunca espero que termine la espera. Soy un barco anclado en el mar balanceado por la marea, solo, esperanzado por llegar a la orilla y sin embargo disfrutando de los azotes del mar. Y nunca suelo dudar, mi interior es como una tierra que he labrado con mis manos, reconozco el sabor de la tierra que me cubre por dentro al instante, reconozco los frutos, reconozco lo podrido que tengo que tirar antes de que infecte lo demás, conozco todo en mi interior, pero estoy dudando, por primera vez la tierra se tambalea y no sé que hacer, pues que voy a hacer, esperar, aunque el suelo se parta en dos y me trague, esperar, y si caigo, pues espero a que abajo estén esos brazos, y si no están, pues esperaré a que una mano se estire para sacarme de ahí, así soy yo, vivo por la esperanza de que el milagro pase. Me cueste lo que me cueste.
Estaba absorto en todos esos pensamientos agente, ausente esperando a que los ojos se me iluminaran y los nervios en mi estómago fueran aplacados por un abrazo, por eso cuando aquel señor me preguntó si le podía abrir le abrí la puerta del portal sin vacilar, vi que sostenía un libro pero no me fijé en que sostenía el libro que indica que estas demente, uno de los libros prohibidos del abominable Bukowski, y ahora una persona ha muerto por mi culpa…
Testimonio 2: Evaristo. La culpa.
Si, agente, yo me crucé con él por el pasillo, lo confieso, y vi que llevaba el libro que debes llevar por ley si te declaran demente, ese libro del innombrable, ¿que lo diga? Joder, me repulsa, pero vale, del Bukowski ese, su nombre ya sabe mal en mi boca, como a calcetín mojado y embarrado.
Si, lo vi, lo confieso, y no hice nada, le abrí la puerta del ascensor y le dejé pasar sin avisar a la policía, pero tengo una explicación, y tiene que ver con lo que siento ahora, y es la culpa.
Verá agente, yo tengo una edad y vivo casi sin contacto al exterior, no sé ni quien preside el gobierno, me enteré de la ley del libro porque me pasaron un panfleto informativo por debajo de la puerta y me pareció genial porque siempre detesté a ese individuo, pero yo vivo alejado de todo, y es porque hace años cuando aún tenía ilusión por las cosas, tenía una relación con alguien, nunca supimos definirla, pero se basaba en ver series juntos y comentarlas, aunque fuera a distancia, era lo más parecido al amor que nunca encontré, siempre fui una persona solitaria, la gente siempre me usaba de puente, yo era alguien que tenías que cruzar para encontrar algo mejor, y cuando te pasa eso es imposible no querer destrozar el puente tú mismo cuando ves a alguien pasar, porque es agotador ser parte del camino pero nunca la meta, siempre me sentí desplazado, y eso hacía que cuando alguien se acercara yo me desplazara por inercia y al final siempre acababa solo, pero entonces la conocí y veíamos las mismas series, a veces juntos, a veces a la vez a la distancia, nunca nos fallábamos, pero una vez me disparé en el pie, aún hoy no sé porque lo hice, un día me asaltaron las inseguridades que tenía guardadas para el momento de joderlo todo, me invadieron las dudas típicas de alguien que no ha tenido nada fijo en su vida, y vi un capítulo de una serie sin ella, y además se lo dije porque yo se lo contaba todo… Le hice daño… Me sentí un monstruo, nunca llevé bien esta sensación de culpa, herir a alguien que te importa, intenté resolverlo pero así soy yo, cada vez que hacía por mejorar la situación, me hundía más, como en las arenas movedizas, hice lo mejor para ella, alejarme y que viera las series con alguien que no la decepcionara tanto como hacía yo, desde entonces vivo aquí solo, comido por la culpa y ya casi ni disfruto las series, a veces me imagino comentándo con ella las escenas, es como mi metadona, desde entonces vivo en mi realidad y nada más existe, por eso al abrirle el ascensor porque bajaba a tirar la basura no dije nada, porque yo vivo en mi mundo, castigado, y ahora la culpa también me invade porque alguien ha muerto…
Testimonio 3: La vouyer. La cobardía.
Yo lo vi todo agente, por eso me llaman la vouyer, porque lo veo todo, vi al tarado que vive en el segundo del edificio de enfrente esperar en el portal a alguien durante estaciones mientras meneaba la pierna y cantaba canciones. Vi como el viejo pajillero del quinto se ponía las zapatillas para salir a tirar la basura en el mismo pijama que lleva desde hace tres días, y vi al individuo con el libro maldito, el libro que señala a los dementes para que no te acerques, para que sean parias y nunca se relacionen con la demás gente, “Erecciones, eyaculaciones y exhibiciones” nunca lo vi correcto, y yo lo veo todo, creo que él era un ser de moral reprobable, pero su escritura podía llevarte a muchos lugares, unos que querías ver, y otros que no, pero como yo lo quiero ver todo me metí entera en su mundo y me quedé empapada de su maloliente baba. Vi el espejo roto donde reflejarme y pensé “joder, si este abandonado de la vida puede escribir yo también”, puede parecer un insulto, pero para mí es un halago, pero la gente se engaña al imitarle, la técnica es fácil, pero al final lo que queda es el alma que se le pone a las cosas, y una que no se le puede achacar es que amaba lo que hacía sobre todas las cosas, y eso no lo tienen sus imitadores, el mundo empezó a convertirse en un circo de imitadores de Bukowski y la gente se empezó a volver demente por querer ser algo que no son, por eso lo prohibieron, por el bien de la humanidad, entraban en la casa y si tenías un libro de Bukowski lo quemaban, casi olía a whisky barato la fogata.
Ahora sólo se lo dan a los diagnósticados dementes porque se revelaron en contra de la ley, y lo llevan con orgullo, pero son apestados, yo fui una cobarde, no quise que me rechazaran y seguí con el orden establecido, con lo que se supone que tenía que hacer, con lo cómodo, abandoné mi amor por el apestoso escritor y me fui con otros escritores que olían mejor, y nunca volví a escribir, porque mi vida ya no era tan emocionante, y por eso me puse a espiar y a verlo todo, y por eso no avisé a la policía agente, pero ya está bien, ya es tarde pero lo haré por el chico muerto, puede ponerme el libro en la mano si quiere, ya me cansé de fingir, ya está bien de que alguien pague por nuestros despistes y pecados, yo lo vi todo agente, el demente entró al piso, se conocían de antes de la ley, pude oír los gritos, el chico del libro le llamaba hipócrita porque al parecer el del casa también amaba a Bukowski y renegó, como yo, le decía que se callara que le iban a oír los vecinos, y el dueño de la casa le asentó un golpe en la cabeza con una botella al chico del libro, lo mató de golpe, el chico al segundo estaba en el suelo con el libro de Bukowski en la mano, marcado por el gobierno y asesinado por el miedo, con todos los que le vimos como cómplices, uno mientras esperaba que la vida le fuera mejor sin hacer nada para cambiarlo, otro porque la culpa le impide ver las cosas buenas de la vida, y yo por cobarde incapaz de coger las riendas de mi vida. Y sé que intentan darle la vuelta y decirle a la prensa que el chico loco del libro fue allí a matar al otro, pero no es así, póngame el libro en la mano agente, hágame una paria, al menos así quizá pueda volver a escribir y contar la historia de aquel chico inocente y rechazado que murió por llevar el libro que le gustaba en la mano.

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