La escritura kamikaze, una rebelión justa y necesaria, y dos calaveras muy parlantes.

Escribir no te vuelve gilipollas,
puede que los followers sí,
o puede que ya lo fueras de antes y sólo necesitaras un empujón.
La escritura es algo sagrado para mí,
la luz con la riego mis errores y fracasos,
la enredadera que adorna mis recuerdos,
la casa de madera en medio del bosque donde respiro aire fresco y corro extasiado entre árboles y anhelos,
la piel que quemo para dejar crecer algo mejor,
el niño que me mira en el espejo cuando estoy enfrente y me pide que calme su estómago,
escribir es sagrado para mí porque no conozco otra manera de ser feliz.
Ya, menudo gilipollas, ¿Verdad?, me he metido en la boca del lobo como un kamikaze buscando respuestas en un juego que solo te ofrece más preguntas,
porque cuando tienes la escritura en la sangre cada mañana te aplasta la tristeza al abrir los ojos y todo lo que viene después es remontar, y aunque a veces lo consigas estarás tan cansado/a que casi ni lo podrás disfrutar,
sólo una pequeña media sonrisa antes  de dormir para auto convencerte de que otro día has sobrevivido y de que has dejado en algún lugar un trozo de ti que puede que alguien quiera abrazar.
Yo hoy no iba a escribir, ni mañana ni siquiera el día después de darme por vencido, pero las palabras me han pedido un trato, están cansadas del abuso que se da de ellas, están enfadadas porque las usáis para mentir sobre quienes sois, las usáis para triunfar, las dejáis en los huesos y en una cuneta mientras brindais con champán, y me han pedido que escriba esto para coger fuerzas para su venganza y rebelión, y que luego deje de escribir por lo que de verdad me importa, por lo que de verdad me hace feliz, por estar donde más quiero estar, en medio de nuestra conversación.
Dicen que es donde más disfrutan.





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