A un centímetro de estar a kilómetros

Cuando era pequeño no me tomaba en serio a quien ponía su vida en manos de una fe, en algo intangible, cuando era un adolescente pasaba los ratos sentado en un banco al lado de una iglesia, y les veía salir y sentía pena por aquel rebaño que cada domingo decidían ir a misa y curar así sus pecados de la semana, sentía pena por toda esa gente que pensaba que rezando Dios les haría conseguir el trabajo de sus sueños, el amor de su vida, que sus hijos e hijas llegaran sanas y a salvo a casa o  que su equipo gane. Y yo comía pipas y bebía litros y me reía hacía mis adentros, pobres ilusos, mascullaba, allí desde mi trono escupía con soberbia juvenil cascaras sobre sus creencias.
Veía a mis compañeros y compañeras de clase marroquíes cumpliendo todas las leyes que les decían que tenían que hacer con absoluta devoción y yo les miraba con condescendía y hacía bromas sobre ello pensando que eran inocentes y que no les hacía daño metiendo el dedo buscando grietas en sus más firmes creencias.
Me sentía superior por no estar atado a un ente superior que me dijera como tenían que ser las cosas, nada me definía, sólo yo, que auténtico era, me habían hecho con un molde diferente, y las manos que moldearon mi soberbia y original figura eran las mías propias, porque así de guay era, porque así de gilipollas era.
La empatía no floreció en mí hasta que algo en mi vida cambió, y es que cuando empiezas a conocer gente, a ser un animal social más, es algo de lo que no podemos huir, estamos hechos para estar conectados, cuando conoces a alguien tienes que dar un salto de fe por esa persona, y la primera vez en mi vida que conocí a alguien externo que no formaba parte de mi vida, que no era algo que me había tocado, si no que había elegido, el primer amigo que tuve porque pensé que mi personalidad era lo que le había interesado y la primera persona por la que yo di un salto de fe, me quitó algo que no pude recuperar ya, me quitó la inocencia de la forma más brusca que a un niño que confía en alguien algo mayor se la pueden quitar, esa fue mi primera experiencia con la amistad, con la fe incluso, creer que podía existir algo más allá de mi ser y que podía elegir, se fue a la mierda de la peor manera, de la más sucia y asquerosa, de la que no puedo olvidar, y pasé años sin saber relacionarme con otra gente, aún finjo que sé, no sé, pero finjo mucho mejor.
Es una jodienda que sea así, que tenga que pasar así, pero sólo cuando sufres entiendes lo importante que es la empatía, no vemos lo precipitado que fuimos al juzgar. No pasó mucho tiempo hasta que me puse a mirar al espacio, a la nada en general buscando respuestas y haciendo preguntas, buscando algo que me golpeara en la cara como si el rocío del mar lavara mi sucio rostro lleno de llanto para así poder volver a sonreír en paz de nuevo y entenderlo todo, aunque a veces eso pueda ser incompatible.
Pero eso nunca pasaba y yo me iba llenando de dudas, eso me convirtió en un niño más cerrado, lo cual en el colegio hacía que fuera diana de burlas, y cuando salía el fútbol me liberaba, sacaba la rabia, se enmudecían las voces, las imágenes no taladraban mi retina, sólo tenía que encargarme de que el que tenía delante no pasara con la pelota, de mi posición en el campo, de la visión puesta en mis compañeros, de correr y correr y volver a correr hasta quedarme sin fuerzas para así poder dormir por la noche. Así fue hasta que la rodilla me lo impidió y ya no tenía a que agarrarme.
Un día volviendo a casa me senté de nuevo en aquel banco, me sentía vacío, y me dieron ganas de beber para llenar ese vacío, ahí nació esa fea costumbre mía, posé mi culo en la madera y besé la botella buscando anestesiar mi juventud para que pasara rápido, para que pudiera tener más control en mi vida ¿Os había dicho que era un necio ya?
Y allí estaba, viendo salir a feligreses de todas las edades, se daban la mano, gozaban del magnífico día que les había brindado su Señor, y yo estaba ahí, besando cristal y tragando rico veneno y pensé: Joder, yo no creo en nada, soy yo el desgraciado.
Hasta que te conocí, sé que no estamos en nuestro mejor momento y que no respondes a mis miradas, sé que te he decepcionado, sé que viste tanto en mí que no he cumplido que ahora te tengo desilusionada, y yo me odio por ello, pero quiero darte aun así las gracias, porque sin ti, o más bien, sin creer en ti, no sé qué hubiera sido de mí, una vez que deje que entraras en mi carcasa vacía y llenaras todo de canciones que entendía, de libros que contaban las historias que quería contar, me llenaste de ganas de expandir mi universo, de más big bangs, de hacerlo menos hostil para quien se quiera acercar y que puedan ver que no todo es oscuridad, de auto exploración, de matices que destacan brillantes en la sombría escena que a veces puede ser la vida, me enseñaste a  leer todo eso, y me enseñaste a escribirlo para que algún día alguien me pueda leer a mí y que la rueda siga girando, me enseñaste a creer en mí cuando era incapaz, cuando todo indicaba que el partido se acababa, siempre me enseñaste a apretar los dientes y buscar una opción más, me enseñaste a fracasar y a que no pasara nada por ello, a que no fuera un peso en mi alma, me enseñaste la belleza de perder, lo que une perder, con los demás, contigo, lo que te demuestra y enseña no conseguirlo por mucho esfuerzo y vida que te hayas dejado en ello, me sacaste de esa toxicidad, me enseñaste a simplemente amar y disfrutar esto que hago y no mirar más allá, me enseñaste a perdonar (A mí aún me cuesta pero estamos en ello), a entender, a criticarme para mejorar, a sufrir, a sonreír de verdad, a estar vivo, a vivir.
Pero ahora te has ido y mi fe se tambalea, siempre me reí de la gente que creía en algo más, y ahora yo no sé vivir si no estoy creyendo, y soy una persona débil, no me avergüenza decirlo, caigo fácil si noto la presión en mi pecho, estoy siempre a un centímetro de estar a kilómetros de ti, estoy siempre a punto de dejarme caer y abandonarte y dejar de creer, y cuando notamos que alguien se está alejando de nosotros/as, los nervios, y nuestra torpeza intrínseca hace que nuestros comportamientos hagan alejarse aún más a esa persona.
Lo mismo me pasa contigo, la escritura me hizo creer pero ahora me abandona, y ahora estoy tan cerca de estar tan lejos, pero… ¿No es esta la prueba definitiva para un creyente?, ¿remar a contracorriente? ¿Luchar para callar todas esas voces que te dicen que lo normal es que te rindas ya? ¿No es ese el verdadero sentido de la fe?
Entonces, David Roto, querido devoto de la escritura, querido fiel iluso metepatas jodido cabezón que te vas a joder la vida con esto y ya lo que haces hazlo bien joder, pero hazlo ¿Qué hace que no sienta su culo y se pone a escribir de una jodida vez?
Eso digo yo, no lo sé, mi esperanza y yo tenemos una relación difícil, pero yo quiero creer, y eso debe contar ¿No? Yo siento que cuenta, oh pobre de mí, vuelvo a sentir como me acerco a ti, menuda vida me espera, me siento de nuevo a escribir.

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